5 jul 2023

46. Un lago tranquilo


No percibí su presencia, no me había dado cuenta que me observaba mientras me desnudaba, fui al lago al que acudo a diario a bañarme desnudo, a sentir la libertad. No sabía que ella también estaba allí, escondida tras los árboles, tampoco miré porque no me importa mostrar mi desnudez

Como en un ritual dejé la ropa doblada sobre la mochila que me acompaña y avancé descalzo hacia la orilla pisando piedras y trozos de ramas caídas, algunas se quiebran al pisar y me hieren levemente los pies, pero me mantengo impasible ante ese leve dolor, al contrario, lo intento saborear, me mido a mí mismo en él, podría soportar mucho más sin dar muestras de pesar. Respiro hondo y me siento vivo, camino con pasos lentos para no ahuyentar a los animales que viven en el bosque, el lugar es tan silencioso que puedo escuchar las hojas de los árboles caer

En la orilla me invade la excitación al saber que un instante después sentiré el agua fría acariciando mi piel, conforme entro noto el lago queriéndome tener. En el instante que lo percibo siento su deseo por tenerme, me detengo y miro, miro alrededor contemplando los mil ojos que me miran, algunos pájaros posados en frágiles ramas dejan de piar, una ardilla se entretiene mordisqueando una nuez, un cervatillo deja de brincar y me mira sorprendido, aunque siempre lo está. En el lago estoy yo y nadie más

Solo entonces, cuando sé que todo está en orden me zambullo con los ojos cerrados, ahora sí me estremezco al contacto con el agua fría. Me siento inmerso en un medio que no es el mío, pero que me acoge queriéndome retener para sí, doy unas brazadas con los ojos cerrados, tengo miedo de abrirlos y ver la profunda oscuridad que hay debajo, pero si los mantengo cerrados me siento seguro, no tengo miedo

Cuando emergí, ella estaba allí, en la orilla, mirándome, dejé de nadar y comprobé si hacía pie, me quedé inmóvil mirándola y ella, sin decir nada, se desnudó, dejó caer su ropa, se acercó  lentamente sin inmutarse, yo podía sentir su creciente excitación a medida que el agua fría la cubría, cuando le llegó al vientre se zambulló, tardó un instante en salir, y cuando lo hizo fue junto a mí, se puso en pie, el agua le cubría justo el pecho, como a mí, la cara la tenía empapada y en las pestañas se le habían formado pequeñas gotas de agua que brillaban con con los rayos del sol

Nos miramos durante un momento y nos zambullimos los dos, dimos unas brazadas bajo el agua mientras nos quedó aire en los pulmones, nadamos entrecruzándonos, resbalando piel con piel hasta que nuestros cuerpos se enfriaron por el agua helada, salimos a la orilla y nos fuimos sin decir nada

Desde entonces acudo cada día con la esperanza de volverla a ver, pero nunca más la he visto, me pregunto si sería una alucinación

JM Paredes

4 jul 2023

45. El maquinista


Hace tiempo que paso junto a una locomotora que han colocado como decoración urbana en unos jardines de mi ciudad, es una reliquia de la historia de un tiempo pasado que no volverá, sin embargo hace unos días hubo algo que llamó poderosamente mi atención, una sensación que me impulsaba a detenerme y acercarme, me aproximé. A medida que me acercaba la sensación iba siendo más intensa. Sentí miedo y me alejé, me fui con el sentimiento de algo muy impreciso y extraño, pasaron varios días y no podía desprenderme de esa sensación, se había quedado anclada en lo más profundo de mi conciencia, incluso en sueños la sentía, me llamaba

Unos días después me armé de valor y decidí ir para comprobar si se mantenía. Tal como imaginaba, nada más verla a lo lejos, la sensación se incrementó, me acerqué, pasé por encima de la pequeña valla que rodea el jardín y me aproximé, cuando estaba a unos centímetros alargué la mano y la toqué, me así a la barandilla de su escalera y subí hasta el interior

Una vez dentro, la neblina empezaba a envolverme, no me dejaba ver más que lo que tenía más próximo, los sonidos de la calle cada vez se hacían más tenues y la neblina se convertía en una densa niebla que me impedía ver más allá del pequeño espacio interior de la locomotora. Puse mis manos sobre los mandos y los noté calientes, empecé a sentir el calor procedente del fuego de la caldera, acerqué la mano al fogón y casi me quemo, empecé a sentir el olor a carbón ardiendo. Miré mis manos y estaban negras, manchadas por el polvo que desprende el carbón, miré a mi alrededor y la vida empezó a resurgir, olores y sonidos que me resultaban familiares, sentía la fuerte respiración del monstruo en el que me encontraba, puse la mano sobre la palanca que abre la válvula que conduce la presión del vapor a los pistones, la bajé con fuerza, el tren dio una violenta sacudida, un chorro de vapor salió por los costados junto a las ruedas

El tren se puso en marcha, la densa niebla se fue dispersando dejando paso a un paisaje que me resultaba familiar, sí..., es la ruta que he hecho mil veces, los mismos árboles, los mismos puentes, el mismo traqueteo, los mismos olores, el mismo sabor a carbón en los labios y las mismas gotas de sudor recorriendo mi cara. No tengo ninguna duda, éste es mi tren, el tren que he conducido durante años, pero en una época ya pasada y olvidada hasta hoy

Me miro al espejo y me veo a mí mismo, con la cara negra como el carbón que voy metiendo con repletas paladas en los fogones, veo mi mono que esta mañana era azul y ahora es tan negro como el tizón, veo las venas de mis brazos hinchadas por la sangre que bombea mi corazón y veo las gruesas gotas de sudor negro estrellarse contra el suelo al caer desde mi cara. Me siento muy feliz, el tren sigue el camino de siempre, noto un ligero nerviosismo y detengo mi actividad al pasar junto a una pequeña casa, en la puerta hay una mujer que saluda a mi paso, me dedicó la misma sonrisa que cada día llega a mi corazón, besa su mano abierta y sopla un beso hacia mí, siento como su dulzura llega a mis labios, todavía conservo su sabor, cierro los ojos y sigo viendo los hoyitos que producen la sonrisa en su cara y sus ojos mirándome con la misma dulzura de cada día 

Poco a poco comienza a surgir una nueva neblina que se va convirtiendo en una espesa bruma, lo envuelve todo, el sonido de la marcha del tren comienza a atenuarse hasta resultar inapreciable, miro mis manos y vuelven a estar blancas y mi ropa limpia, la niebla se va disipando y la caldera enfriándose hasta que aparece de nuevo la realidad

Ahora, cada vez que paso junto al tren, oigo un lejano susurro del traqueteo sobre las vías y siento en los labios una ligera dulzura como de miel, cierro los ojos un instante y creo ver los hoyitos que producen en su cara la sonrisa

JM Paredes

12 ene 2023

44. El monstruo del lago Ness


No te mentí cuando te dije que conocí en persona al monstruo del lago Ness, alguna aventura hemos compartido y más de un peligro hemos sorteado y siempre salimos airosos, pero la historia es larga

Corría allá por el año de María Castaña, de eso hace mucho tiempo, tú no la habrás conocido porque eres muy joven, qué juventud la tuya que sólo recuerda esta breve existencia terrenal, pero yo que he vivido ya muchas vidas sí la conocí, qué mujer... cómo me gustaría que la hubieras conocido, su valentía impresionaba, decidida hasta donde sólo alcanza la imaginación, no se echaba para atrás ante peligro alguno y qué forma de querer y qué manera de amar, siempre la recordaré, en ésta vida y en las siguientes

Como te decía, corrían aquellos remotos años cuando atraído por los lamentos que produce la injusticia y el olor a pólvora quemada, llegué a esas tierras lucenses donde María Castaña habitaba, pronto me vi enredado en la lucha contra los atropellos que los poderosos hacen a la gente honrada que en aquella época se cometían, y no puedo decir que fuera muy a mi pesar, porque en aquellas revueltas me imbuí hasta no poder más, y así fue como la conocí, enarbolando la bandera de la libertad

Pero como es sabido, el mal siempre suele tener las de ganar y la justicia por el contrario suele fracasar y a pesar de poner todo nuestro empeño, eso fue lo que pasó, la lucha por la libertad fracasó y tuvimos que marchar, aunque algunos lo llamaron huir, pero no nos importó huir si así habría de ser porque, a pesar que el mal con afán nos perseguía, nunca nos alcanzó

Nuestros pasos nos llevaron a la ría de Vivero y desde allí, de polizontes nos agazapamos bajo unas raídas lonas en un barco que ni si quiera sabíamos hacia donde partiría, pero tampoco nos importó, porque sabíamos que fuésemos donde fuéramos íbamos en busca de la libertad. A los dos días y cuando no podíamos soportar más, con el cuerpo entumecido, nos vimos obligados a salir, los pocos tripulantes que en el barco había se quedaron pasmados cuando nos vieron aparecer muertos de hambre, tiritando de frío y suplicando unas gotas de agua con las que calmar la sed

Por suerte eran mercaderes escoceses que comerciaban con las por aquella época apreciadas pieles de armiño, que portaban desde Escocia a todos los rincones del Atlántico conocido donde las supieran apreciar y las pudieran pagar. Al principio amenazaron con arrojarnos por la borda, aunque estuve seguro que su única intención era la de asustarnos para que accediéramos a desembarcar voluntariamente en el próximo puerto al que arribasen, sin embargo nuestra pretensión era la de seguir con ellos hasta su destino, es decir, hasta el final, insistimos en que no nos bajaríamos del barco hasta llegar a Escocia, refunfuñaron como si les estuviéramos arrancando los escasos dientes que todavía quedaban en sus desdentadas bocas, nos amenazaron con echarnos por la borda, renegaron de sus dioses y nos maldijeron con las más atroces palabras que encontraron en las oquedades de sus estériles cabezas, pero no conocían a María Castaña... cuando comprendieron la firmeza de su determinación tuvieron que aceptar que o bien nos tendrían que lanzar por la borda sabiendo que más de uno de ellos también caería o tendrían que llevarnos con ellos hasta el final 

Como en el fondo eran buena gente y su valentía no se contaba precisamente por docenas y además no llevábamos nada de valor que nos pudieran arrebatar, nos dejaron continuar a cambio de trabajar con ellos como el que más, María Castaña se arremangó y con furia preguntó “¡por dónde hay que empezar!”, los caledonios sorprendidos por tanta intrepidez y tanta osadía explotaron en carcajadas de risas, a lo que María Castaña cogiendo por la pechera al que tenía más cerca lo empujó hasta la borda y gritó “¡alguien quiere darse un baño!”. Qué arrojo y qué valentía, los caledonios sorprendidos dejaron las risas a un lado y comprendieron que las agallas de aquella mujer no eran para tomársela a broma, mientras yo por mi parte... atento hacia dónde podría arrastrarnos su arrebato, pensé “madre mía...” 

Tardamos una eternidad en llegar a destino, recorrimos el Cantábrico de punta a punta, después bordeamos las costas francesas de Gascuña y Aquitania y también las bretonas, las de Neustria y Frisia hasta llegar a la población de Calais, allí nos tuvimos que detener dos semanas porque el paso a la ciudad inglesa de Dover era del todo innavegable como consecuencia de un tremendo temporal que hundiría cualquier barco que osara salir al mar

En Calais, debido a la terrible tempestad de truenos, relámpagos y desesperante lluvia que parecía no terminar nunca, decidimos desembarcar y alojarnos en una posada del puerto, no sin antes hacerles jurar a los caledonios que nos volverían a permitir embarcar y continuar con ellos hasta el final. En la posada pasamos las catorce noches y los quince días que permanecimos en Calais, sin salir ni a comer, las viandas, vinos y agua nos las servían en la misma cámara donde permanecimos recluidos... qué mujer... qué manera de querer y qué forma de amar... mil vidas que viviese, mil vidas la recordaría

Por fin el temporal amainó y los escoceses cumplieron su juramento de volver a permitir embarcarnos y nos enrolamos con ellos partiendo hacia Dover, continuamos siguiendo las costas inglesas y después las escocesas hasta bordear el cabo que llaman Rattray Head y entrando en un fiordo al que llaman de Moray llegamos a la ciudad de los Highland llamada Inverness 

Nos pareció un lugar lo suficientemente remoto, fantástico y alejado de nuestro reciente pasado que decidimos quedarnos y recorrerlo sin rumbo fijo, solo con el compromiso de guiarnos por los exclusivos designios del azar y al llegar a una encrucijada echar una moneda al aire y que fuera el capricho del destino quien eligiera qué camino debíamos tomar. Así lo hicimos por cien encrucijadas hasta que nuestro destino nos llevó a las puertas de un castillo al que llamaban Urquhart, propiedad de Sir Robert Lauder, dado que el camino por el que nos condujo nuestro destino terminaba allí, allí debía ser donde el destino nos querría llevar, y allí llamamos a las puertas del castillo y ante el mismísimo Sir Robert, unos vasallos nos aceptaron llevar

Hombre sereno era Sir Robert Lauder, nos hizo sentar junto a la enorme chimenea que calentaba el gran Salón, nos ofreció de beber y de comer y nos pidió que le contásemos qué nos había llevado a tan remoto lugar. Le explicamos la travesía en busca de aventuras y libertad, pero sin embargo le ocultamos que huíamos de una lucha perdida contra la codicia y la opresión, porque tuvimos la sensación que Sir Robert no nos entendería ni se pondría en nuestro lugar y que un noble, noble es, y sus derechos querría defender aunque tuviera que aplastar a los demás, en todos lados debía ser igual 

Agradecimos a Sir Robert su atención y su amabilidad, pero cuando estábamos por partir, nos dijo que nos quedáramos a pasar unos días en su castillo. María Castaña, mujer de intuición me hizo un gesto de que no le parecía bien, pero, la tuve que contradecir porque no podíamos ser desagradecidos, además el destino nos había llevado a aquél lugar y por algo debía ser, así que le hice un gesto de que sí y fue ella misma la que dijo a Sir Robert que estaríamos encantados de ser sus invitados

Fue la mañana siguiente cuando Sir Robert Lauder nos habló de un monstruo que habitaba en el lago, el lago Ness, y que atemorizaba a los campesinos y pescadores del lugar y de vez en cuando se llevaba a alguno en sus fauces al fondo del lago y jamás volvía a aparecer, le encantaba devorar a pescadores y campesinos. Nos dijo que si fuésemos capaces de encontrarlo nos recompensaría generosamente, preguntamos por qué no lo buscaban ellos mismos, pero respondió que los habitantes del lugar le tenían tanto miedo que ni siquiera se atrevían a acercarse a la orilla del lago

María Castaña que es intrépida a no poder más, entusiasmada aceptó y juró que lo encontraría, yo no pude más que pensar “madre mía... ”, pero no me quedó más remedio que mostrar también un forzado entusiasmo por no contrariarla una vez más

Así que partimos del castillo de Urquhart recorriendo la orilla del lago y hablando y preguntando a todo aquél con quien nos encontrábamos, pero nadie quería hablar, todos tenían un miedo atroz y salían despavoridos corriendo. Pensamos que el monstruo debía ser realmente terrorífico y hasta yo mismo empezaba ya a sentir cierto temor al andar por la orilla del lago, pero como María Castaña me miraba y negaba con la cabeza, no me quedaba más remedio que hacerme el valeroso y simular que no me asustaba ningún monstruo y mucho menos uno que no podía salir del agua, o... sí... pensé... bueno, daba igual, ya había asumido que seríamos uno de tantos que había terminado en su enorme panza, pero bueno, al menos terminaríamos nuestra aventura caledonia juntos aunque fuera disueltos en los jugos gástricos de un horrible monstruo de agua dulce

Al tercer día de deambular por la orilla, cuando más distraídos estábamos contemplando cómo un colibrí parecía parado en el aire succionando el néctar de una flor, un monstruo enorme surgió de las oscuras profundidades del lago con una desproporcionada rapidez y se plantó ante nosotros, no pudimos hacer más que permanecer inmóviles por el asombro y el terror que se nos apoderó, yo, lo único que pude pensar fue “madre mía... ”, esperé unos segundos que se me hicieron eternos aguardando que el monstruo se abalanzase hacia nosotros y nos devorase, pero los segundos pasaron y abrí los ojos y allí seguía, a un metro de distancia mirándonos a los ojos, miré a María Castaña y ella me miró a mí como preguntándome “porqué no nos come... ”, yo le hice un gesto de no saber y volvimos la vista a los ojos del monstruo y así esperamos no sé cuánto, hasta que empezamos a convencernos que si nos quería devorar, ya debería haberlo hecho, el monstruo nos miraba primero a uno y después al otro, nos mirábamos los tres, nosotros asombrados y él... él daba la sensación que se divertía, que se reía de nosotros y lo que me temía.... a María Castaña no le sentó nada bien que el monstruo se le riera en la cara y eso... eso sí que me asustó... porque María Castaña cabreada no sabías por dónde podría salir, y lo que me temía... con los ojos enrojecidos de furia se acercó a la cara del monstruo y le gritó echándole el aire con toda la fuerza de sus pulmones a la cara “¡de qué te ríes!”, yo pensé “madre mía... “. 

El monstruo, se echó para atrás sorprendido por tan tremendo y enojado grito, y al cabo de un momento, cuando el monstruo salió de su asombro respondió “¿yo?, de nada”, María Castaña me miró y me dijo “¿qué ha dicho?”, yo le respondí, “ha dicho que de nada”, “¿de nada?”, y el monstruo repitió “sí, de nada

Resultó ser, para abreviar, que el monstruo no sólo hablaba, sino que era de lo más amable y cortés y nos dijo que no entendía porqué todo el mundo lo temía y todo el mundo salía corriendo cuando lo veía, y si se quedó esperando sorprendido ante nosotros era precisamente porque no habíamos salido corriendo al verlo. Le dijimos que Sir Robert Lauder nos había dicho que devoraba a los campesinos y pescadores y que todos los habitantes vivían atemorizados por él. Sin embargo él lo negó, al contrario, a más de un pescador había salvado en una noche oscura de tormenta, pero como todos le tenían tanto miedo que salían corriendo, no había tenido la oportunidad de decirles que simplemente vivía apaciblemente en el lago sin hacer daño a nadie y que su afán no era más que de ayudar a quien pudiera

María Castaña se arremangó y le dijo al monstruo, “ahora mismo nos vamos los tres a la aldea y que todos vean que no eres un terrible monstruo, sino un ser sensible y cariñoso que vive en el mismo lago que los demás” 

Así fue cómo todos los aldeanos comprendieron que nada tenían que temer, que no era una horrible fiera, sino un manso y cariñoso habitante del mismo lago que a todos daba de comer. Y Sir Robert Lauder, en agradecimiento a nuestro valeroso comportamiento nos premió con los honores de ser llamados, al menos en aquellas tierras como Miss Castaña y Sir Jose, aunque... ya de eso hace tanto que, que bueno... que tan distinguido tratamiento se diluyó en el tiempo y ahora me conformo con Chema o Jose, como tú prefieras

JM Paredes

4 ene 2023

43. Ver las gotas caer


Varios días seguidos lloviendo me mantienen encerrado en casa sin poder salir, de vez en cuando me asomo a la ventana para ver la lluvia caer, los viandantes se protegen con sus paraguas, otros los han olvidado en casa o no les importa mojarse, paso el tiempo distraído contemplando el monótono golpeteo de las gotas de agua, en ocasiones unas caprichosas ráfagas de viento las mueve a su antojo

Mientras las gotas continúan incansables golpeando el suelo, se ha formado un riachuelo que se precipita por la calle que está anegada, el agua corre despavorida cuesta abajo, las gotas más gruesas producen enormes salpicaduras formando burbujas de aire atrapado en su interior que corren veloces siguiendo el curso del agua hasta que se precipitan en las profundas oscuridades de la ciudad, en su irracional recorrido hacia el mar

Por un momento el temporal parece apaciguarse intentando detener el sollozo, pero las nubes permanecen infladas, repletas del agua que nos da la vida. Sin piedad, amenazantes de nuevo, vuelven a verter su contenido con mayor ahínco sobre el techo de los coches y los paraguas de los que osan andar todavía por la calle, que aligeran el paso para resguardarse bajo los salientes de los edificios, esperando inútilmente la misericordia de esos negruzcos nubarrones que parecen disfrutar arrojando sus aguas sobre ellos

Por fin, agotadas tras un frenético vertido, rendidas ante el insaciable suelo, no les queda más remedio que retirarse derrotadas sin volver la vista atrás, abandonan la ciudad y se repliegan en el mar, seguramente para reponer fuerzas y volver más tarde para continuar con su inagotable actividad

Solo entonces, cuando ha amainado, aunque sea transitoriamente, salgo a la calle, es un momento único, el aire se ha limpiado de su viciada contaminación, se respira mejor, el olor a tierra mojada es tremendamente seductor. La luz del sol que un momento atrás estaba amansada por la fuerza de las espesas nubes, comienza a aparecer tímidamente, indecisa al principio, sin pretensiones, no se atreve a mostrar todo su esplendor hasta estar segura que las nubes no regresarán

Pasear en ese instante es un placer, todo lo que se ve parece renovado, la humedad satura el ambiente, es un momento mágico e inigualable, me acerco a una zona ajardinada, veo una pequeña planta completamente verde rebosante de vida que sobresale entre las hojas caídas y que ha querido retener entre las suyas propias unas gotas de lluvia con las que calmar su sed más tarde

JM Paredes

3 ene 2023

42. Capaz de amar

Ana entra un día más en la habitación de su amiga Lucía, están muy unidas, desde que eran niñas han compartido muchos de las mejores y peores acontecimientos de sus vidas, entre los peores se encuentra un accidente de moto hace más de cinco años, en el que Lucía sufrió una lesión medular que la mantiene en una silla de ruedas, además, no llevar casco le ocasionó lesiones faciales, la reconstrucción de su cara fue más complicada y dolorosa de lo imaginado, no pudieron evitarse cicatrices, aunque con el tiempo han ido difuminándose

Era Ana la que conducía, Lucía le pidió que la llevara a su casa después de unas copas la noche de un sábado. No estaba lejos, debían haber bastado unos minutos, pero la fatalidad se cruzó en su camino, una sombra se interpuso delante de ellas, quizá un pequeño animal, o un papel arrastrado por el viento hizo perder el equilibrio y caer al suelo, no fue muy violento, pero una farola se atravesó en el camino del cuerpo de Lucía cuando se deslizaba por el suelo. Ana resultó ilesa, unos roces en piernas y brazos, el casco le evitó los golpes en la cabeza

Un sentimiento de culpa la corroe, no debió ceder a la insistencia de Lucía, no estaba en condiciones de conducir. Lucía, quedó anímicamente derrotada, no fue el dolor físico, ni siquiera las heridas de la cara, fue la silla de ruedas lo que la destrozó 

Desde hace un tiempo, ha encontrado un escape, una forma de salir de su mundo para adentrarse en uno nuevo, de relacionarse ella misma manteniéndose ajena a su estado, solamente su yo más interior. Ana le regaló un ordenador portátil y le enseñó cómo abrirse a ese nuevo mundo, le enseñó a comunicarse con otras personas en situaciones de alguna carencia como ella misma, personas que buscan compartir cualquier cosa, desde una sonrisa a un momento de pasión o simplemente una conversación. Lucía no estaba familiarizada, pero se dejó enseñar y poco a poco se introdujo en un mundo que no había sospechado
—Tienes que ayudarme, —dijo Lucía cuando vio a Ana cruzar la puerta 
—Claro que sí, qué necesitas que haga por ti 
—Es Arturo, quiere verme, pero no puedo mostrarme tal como soy, se desilusionará, no le he dicho toda la verdad, he inventado cosas, he puesto mucho en juego, me he apoyado en él, Ana, significa mucho para mí, no puedo perderlo. Tienes que ayudarme

Lucía sabe que no está haciendo bien ocultando su situación, pero también sabe que necesita volver a tener la ilusión que hace mucho tiempo perdió, la tiene que recuperar porque su vida dejó de carecer de sentido. Ahora ha encontrado un aliciente para hacer el esfuerzo horrible de pasar de la cama a la silla de ruedas, se ha dado cuenta que es el medio que tiene para encontrarse con alguien que la llena de emociones y sentimientos

Todo está funcionando como en un sueño, un feliz sueño en el que va guiando los acontecimientos según su gusto y su voluntad, ha sido un tiempo maravilloso en el que ha olvidado lo físico y se ha basado únicamente en el interior, en su propio yo, pero de repente ha surgido algo que la inquieta profundamente, es el momento de volver a la realidad, el momento de despertar de su sueño
—Ana escúchame, dice que quiere verme, quiere verme, saber como soy, y no quiero que se desilusione, no quiero que vea mi cara marcada por las cicatrices y me vea incapacitada. Tienes que hacerme un favor, te necesito
—Que puedo hacer por ti, no sé cómo puedo ayudarte
—Quiero que seas tú la que vaya, que te hagas pasar por mí
—No puedes engañarlo, tarde o temprano te descubrirá y no volverá a confiar en ti
—Sé que todo está perdido, que no podré seguir engañándolo, yo misma le diré que no podremos continuar nuestra relación, pero quiero que me recuerde como una mujer guapa, como una mujer completa
—Eres una mujer guapa y completa, desplazarte en una silla de ruedas no te impide ser mujer
—Hazlo, por favor, lo necesito
—Me pides algo que estoy segura te van a perjudicar, que lo lamentarás en algún momento. Además se dará cuenta, cada una tenemos nuestra forma de hablar, nuestras expresiones, cada una decimos las cosas de una manera distinta, cuando llevemos un rato charlando, se dará cuenta que algo es diferente
—Será mi responsabilidad, te lo prometo, yo asumo cualquier cosa que pase

Ana sin convicción accedió a ayudar a Lucía, se le partía el corazón saber el sufrimiento que había pasado y ahora, cuando una ilusión le había devuelto las ganas de vivir, no podía ser ella quien se las cortara
—Quiero que te hagas pasar por mí, actúa con total tranquilidad, no quiero que sospeche nada, que se te escape una mirada e intuya que no soy yo. Compórtate con naturalidad, me conoces muy bien, sabes mi manera de hablar, conoces mis defectos y mis virtudes
—Pero no conozco nada de él, no sé qué decirle ni de que habéis hablado, qué hago si la conversación comienza a ser íntima, si me pregunta cosas que sólo tú y él sabéis 
—Intenta desviar la conversación hacia cosas banales, no te preocupes por él, te seguirá según tus deseos, no te insistirá con nada, se amoldará a ti
—No estaré más de una hora, pasado ese tiempo me iré
—Gracias Ana, eres un cielo
—Lo haré lo mejor posible


Ana no se siente tranquila, sabe que está haciendo mal, que se arrepentirá pero se ha comprometido y seguirá adelante, se encuentran en una cafetería
—Hola Lucía, al fin nos conocemos, cómo estás
—Estoy bien, un poco nerviosa, tengo miedo de no gustarte
—No te preocupes, todo estará bien, tú me gustabas antes de conocerte

La imaginación a través de las palabras y expresiones va formando una imagen, sus características físicas se van modelando a medida que se va conociendo, según su comportamiento, el tono de su voz, la manera de conducir las situaciones. Cuando Arturo vio aparecer a Lucía, se sorprendió, se la imaginaba distinta, la idea que se había formado no correspondía con la imagen que tenía delante, las veces que habían reído al hablar por teléfono, o las conversaciones íntimas que habían mantenido, no se correspondían con las facciones que veía. Le gustaba, era una mujer hermosa, pero no era como se la había imaginado, enseguida comprendió que nunca podría haberse imaginado una cara y un cuerpo mediante las palabras, es lo mismo que ocurre con los locutores de radio, en persona son totalmente distintos a la idea que nos hacemos al escucharlos

Ana no lo conocía, tenía sólo algunas referencias que Lucía le había dado en las escasas ocasiones que le había hablado de él, pero en realidad, no sabía nada, sin embargo, se dio cuenta que había algo que no encajaba, ella se sentía una mujer atractiva, así lo demostraban las miradas a las que estaba acostumbrada, pero sintió como una leve desilusión por parte de Arturo
—No te gusto, lo veo en tu cara 
—Por favor, no digas eso, eres preciosa, sí me gustas, me gustabas antes de conocerte, la idea que nos formamos es diferente, debe ser eso lo que ves reflejado en mi cara, un momento de confusión, nada más. Me gustas tú. Quizá soy yo el que no te haya gustado, también lo veo en tu cara 
—No, para nada, me pareces atractivo, supongo que a ambos nos ha pasado lo mismo, no nos hemos sabido identificar 
—Pronto nos encontraremos a nosotros mismos y estaremos más cómodos viéndonos 

Aunque él no lo manifestó, percibió algo distinto, al principio no sabía qué era, pensó que sería el estado de inquietud propio de esa primera vez que se veían, pero después supo que no era eso, que la familiaridad de siempre no había aparecido hoy, antes en ningún momento había sentido la frialdad que sentía hoy, a pesar de ello, se sabía con Lucía y eso lo tranquilizó y le devolvió la confianza, pensó que era fruto de ese primer encuentro visible y que se iría normalizando

Estuvieron la hora prometida por Ana, lo pasaron bien, se miraron, rieron, hablaron de banalidades tal como Lucía había sugerido, el tiempo pasó rápido. Pero al finalizar, la preocupación de Ana aumentó, ¿qué significaba esto?, ¿tendría que volver a repetir aquella falsa para no desilusionar a Lucía?, ¿sería la última vez porque Lucía volvería para decirle que no podían continuar?, ¿para decirle que se alegraba mucho de haberlo conocido, que se sentía muy a gusto con él, que lo quería, y sin embargo debían dejarlo?, ¿tendría Lucía que haberse negado a conocerlo?, ¿tendría que haberle dicho la verdad para que igualmente se hubiese desilusionado y quedar en su recuerdo tal como la realidad de la vida la había dejado?. Sin duda, cualquiera de los caminos sería doloroso para ambos 

Lucía por su parte a pesar de no tener respuesta a ninguna de las preguntas que le hacía Ana ni para las que ella misma se había hecho y no haber encontrado ningún camino que le resultara satisfactorio, durante aquella larga hora para ella en la que había estado aguardando a solas, sufriendo, llorando mientras su amor y su amiga se estaban viendo, había comprendido, aquella larga hora le había proporcionado la luz para saber cuál era la salida del túnel en el que había entrado
—¿Qué piensas hacer ahora? — le preguntó Lucía
—Esta hora que he pasado a solas me ha servido para encontrar la salida, tengo la respuesta 
—¿Cuál es Lucía? 
—Decir la verdad 
—Sí, decir la verdad es la única salida

Ha llegado el momento de confesar lo que ha ocultado durante este tiempo, el momento de enfrentarse a sí misma y comprobar si su amor es lo suficientemente fuerte como para superar un engaño y su incapacidad física, ahora comprende que es algo que debería haber puesto de manifiesto desde el primer momento, pero en aquel instante ni siquiera había imaginado que el amor llegara, antes de darse cuenta ya se le había escapado de las manos y ahora se siente atrapada de tal manera que le falta el aire

Ya no puede continuar así, ha llegado al cruce donde su camino acaba y debe continuar por otro diferente o bien dar la vuelta y volver sobre sus pasos a su punto de partida. Ésta última alternativa es la que le corroe el alma porque, es la que conoce y la que la ha hecho sufrir, el resto de caminos le son nuevos y sabe que no pueden ser peores, debe arriesgar el todo por el todo y está dispuesta a perder, le queda la ilusión de no perder su amor

—Te tengo que confesar algo que me avergüenza. Durante todo este tiempo te he ocultado un aspecto de mi vida que me ha hecho sufrir y ahora que creía haber superado mi sufrimiento, me doy cuenta que lo mantengo más vivo por el pesar que me produce no haber sido sincera contigo
—Todos ocultamos algo, somos humanos, por lo tanto imperfectos, no se nos puede exigir perfección, nos equivocamos, cometemos errores, nos guardamos cosas por los temores que tenemos. Puedo comprender tus miedos
—Lo que quiero confesarte, es algo que nunca debí ocultarte, y de lo que ahora me arrepiento. Si el día que nos conocimos hubiera imaginado que podría haber surgido el amor entre nosotros, te lo hubiera dicho en ese momento, pero nunca pensé que llegáramos a enamorarnos, después cada vez me resultaba más difícil contártelo, cada día lo veía más lejano, sumida en mi equivocación creí que podría mantenerlo oculto siempre, pero un día dijiste que querías verme, mi castillo de naipes se derrumbó en un instante
—Tranquilízate, Lucía, confío en ti, escucharé lo que tienes que decirme e intentaré comprender por qué lo has ocultado, estoy seguro que tendrás una razón, me pondré en tu lugar e intentaré comprenderte
—Hace unos años sufrí un accidente que me dejó en silla de ruedas, también me dejó algunas cicatrices en la cara que no he querido que sepas. Hay algo peor, ayer, la persona que viste no era yo, sino mi amiga Ana, le pedí que se hiciera pasar por mí, estaba convencida que cuando supieras de mi incapacidad, romperías nuestra relación. Yo ya lo había asumido, pensé que sería mejor que fuera yo misma quien rompiera, poner a otra persona en mi lugar para que me recordaras como una mujer hermosa y después decirte adiós, pero no puedo cargar con un engaño así, necesito decirte la verdad. Estoy convencida que esto te causará dolor y entenderé y aceptaré lo que decidas
—Desde el primer momento que te conocí supe que significabas algo muy especial para mí, a medida que el tiempo fue pasando y te fui conociendo, esa primera sensación se confirmó, empecé a quererte, después supe que en realidad te quería antes de conocerte, eras el amor que estuve esperando y nunca se cruzó en mi camino, fuiste la luz en mi oscuridad. Yo habitaba en la oscuridad, primero vi la luz de la lámpara que sostenías en tu mano, luego te alejaste dejándome de nuevo en las tinieblas pero volviste y me hiciste señales, como una luciérnaga giraste a mi alrededor dando movimiento y vida a mi noche, porque sabías que yo también te estaba buscando. No tuve ninguna duda que eras tú, que eras la luz que desde siempre había esperado que me iluminara, sabía que volverías, que no nos separaríamos, es una sensación que no había sentido antes, ahora estoy seguro, te buscaba y te quería antes de conocerte, mi vida ha girado en torno a ti desde siempre
—Me emociona lo que dices, cuando te escucho, mis miedos y dudas se desvanecen. Sé que tú siempre estuviste en mí, sin ti jamás pude ser yo misma, contigo he conocido la felicidad y ahora sigues aquí, no quiero soltar tu mano por que sin ti me perdería
—Nuestras manos permanecerán unidas, esa circunstancia de tu vida no cambia el amor que siento por ti

JM Paredes

28 dic 2022

41. El hombre de cera


Desde Plaza Cataluña bajo las Ramblas, camino despacio, no tengo prisa, no sé donde voy, me entretengo un instante con cualquier cosa que llame mi atención, si algo me gusta, me paro y miro, después sigo hacia ningún lugar, simplemente camino hasta que algo me vuelva a llamar la atención y me vuelva a detener

De repente presiento algo extraño que me hace mirar, es un tipo sentado en un carrito que me sisea, me giro y lo veo quieto como una vela, que tipo más raro, miro sus ojos, están apagados, ni siquiera parpadea, sin embargo otra vez me sisea, le hago un gesto con la mano preguntando si es a mí, me dice que sí, pero ni se menea. Estoy mosqueado porque este tío es el maniquí del Museo de Cera, no puede ser, me estoy volviendo loco o el loco es él
—Acércate, por favor —me dice con naturalidad, pongo cara de sorpresa, la verdad
—Pero si eres de cera, cómo es que puedes hablar
—Es una historia muy larga de contar 
—No tengo prisa, te escucho 
—Ahora no puedo, me tienes que ayudar
—No estoy muy seguro, me empiezas a asustar 
—Es que esta historia no tiene nada de particular 
—Eso lo dirás tú, que sabes de qué va 
—Verás, soy inglés, soy el príncipe Enrique de Battenberg ,durante mucho tiempo he estado ubicado en el salón de té que representa a la corona británica y su dominio sobre la India, varios personajes formaban la escena, está la reina Victoria, el príncipe Alberto de Sajonia, el secretario de colonias, Joseph Chamberlain y la princesa Beatriz, hija de la reina y mi enamorada. Durante muchos años hemos estado juntos, lado a lado, tan hermosa, cariñosa y educada es, que me he enamorado. Estábamos muy contentos, cada día que pasaba, más la admiraba, tan bonita y elegante, el tiempo por ella no pasaba, ella de mí también enamorada
—Sigue contándome 
—Un buen día, cuando estábamos más a gusto llenos de dicha y alegría, vinieron un ujier y dos braceros, me levantaron de la silla, me pusieron en este carrito y me sacaron aquí afuera. Y aquí me tienes, a la intemperie, expuesto al sol, desluciéndome, he envejecido tanto que hasta el pelo se me ha puesto blanco
—Me conmueve, es una triste historia, qué puedo hacer por ti, ojalá pudiera llevarte de nuevo dentro 
—Es más fácil que todo eso, me bastaría que subieras al primer piso, buscaras la salita de té y le dieras esta nota a mi amada

"Amor mío, a la fuerza nos han separado 
te echo de menos, estoy destrozado 
añoro tus ojos, tu sonrisa, tu cara rosada 
me acuerdo de ti, de noche y de día 
te tengo en mi mente, no puedo olvidarte 
te quiero mi amor, eres mi vida"

—Dime, ¿lo harás por mí? 
—Claro que sí 

Entregué el mensaje, la amada derramó lágrimas doradas, era preciosa, como el maniquí de cera aseguró, siempre lo recordaré. A partir de ese día, cada vez que bajo las Ramblas, me detengo delante de él, aguardo un instante a la espera de una señal, pero permanece impasible, con la vista fija al frente sin mover una pestaña. Le dirijo una sonrisa cómplice y le guiño un ojo, sé que me ve, pero está tan pensativo que no dice nada

JM Paredes

40. El cuartito oscuro


Esta es una de esas cosas que se dicen en broma sin la menor intención pero que poco a poco va tomando cuerpo hasta que pasa de ser una idea absurda sin sentido a una idea brillante

Aquí lo que hace falta es un senegalés”, es una frase que he dicho tantas veces en el trabajo que se ha convertido en una coletilla que repito en broma cuando alguien comete uno de esos errores básicos por falta de atención, con la idea de que si tuvieran un castigo justo y ecuánime se estaría más atento, no se cometerían y todo iría mejor. Obviamente no me excluyo de los errores, más bien al contrario, los cometo como el que más y por lo tanto quedo dentro de la aplicación de la frase. Pero a lo que vamos

Un buen día, después de uno de esos errores de alguien que son sonados, dije a los compañeros mientras comíamos al medio día: Aquí lo que hace falta es un senegalés, lo tengo todo pensado, ya tengo hasta el sitio dónde lo podemos acomodar”, y mientras tomábamos el postre y el café expliqué mi idea como si verdaderamente la tuviera bien estudiada, aunque en realidad improvisaba, como es obvio y evidente, pero al parecer la tomaron en serio, porque todos me miraban atentos y asistiendo con la cabeza mientras lo contaba: “Ponemos un anuncio en el periódico:
‘Se precisa hombre alto y fuerte, preferiblemente senegalés o de las cercanías, trabajo sin complicaciones y bien remunerado’

"Cuando lleguen los candidatos, hacemos una primera selección de entre los más grandes y fuertes, al tiempo que debe ser agradable, tampoco hay que asustar al personal, tiene que ser senegalés o de las cercanías y estar dispuesto a cumplir su trabajo con seriedad y entusiasmo
Una vez lo hayamos seleccionado, lo presentamos al personal y explicamos someramente cuál será su cometido y cómo participará en el desarrollo del aumento de la productividad de la empresa de lo cuál estamos tan necesitados. Se le expondrá a la gente, que el senegalés prestará gentilmente sus servicios a aquél que cometa errores por falta de atención o por no haber tenido el cuidado necesario en el desempeño de su trabajo, pero que también se puede aplicar por faltas leves del código de conducta interno de la empresa, véase fumar a escondidas en el lavabo, hacer llamadas de móvil banales o enviar correos personales en horario laboral
Le pondremos su puesto de trabajo en el cuartito estrecho sin ventanas que hay junto a las escaleras, ese cuartito que a pesar de sus siete metros de largo, no supera el metro de ancho y que usamos como trastero, tiramos todo lo que hay y no dejamos más que una silla al fondo en el que sentaremos a éste nuevo fichaje a la espera de recibir a aquellos que sean proclives a los fallos y errores” 

En un primer instante, después de haber prestado atención incluso con entusiasmo, todos quedaron boquiabiertos, obnubilados, les dejé un instante de pausa para que fueran madurando la idea, al cabo de unos minutos se les notaba que lo iban asimilando puesto que asentían al tiempo que inclinaban la cabeza y medio cerraban un ojo, un claro símbolo de interiorización. Después les pregunté “¿Qué os perece?”, y al unísono contestaron “una idea genial, ahora sólo falta que convenzas al jefe

Así que después de comer, sin pensármelo dos veces, como debe hacerse cuando uno está convencido de algo, me fui al despacho del jefe y le expuse la idea con todo detalle, al principio no daba crédito, pensaba que le hablaba en broma, que me había vuelto loco, pero poco a poco fue comprendiendo las ventajas del sistema y sus bondades, sobre todo en cuanto al aumento de productividad por la disminución de errores que presumiblemente comportaría. Le hablé de cifras y de ahorros, de payback, de plazo de amortización, de mejora de rendimiento, de beneficios netos al fin y al cabo. A medida que le exponía las ventajas, iba acomodándose en su sillón e imaginando la rentabilidad, podría ser la medida que faltaba para cuadrar las cuentas. Me dejó hablar sin interrupciones hasta el final, una vez acabé, me dejé caer sobre el respaldo de la silla y me quedé esperando su decisión. Se quedó un momento pensativo valorando los diferentes puntos de vista y al cabo de un rato me dijo casi con entusiasmo, “Muy bien, pero te tienes que ocupar tú de organizarlo todo” y dio por finalizada la reunión

Los compañeros me esperaban agrupados en la puerta suponiendo que el jefe rechazaría mi plan, pero cuál fue su sorpresa cuando les hice el signo de la victoria y les dije “adelante, está hecho, vamos a organizar una comisión para llevar a cabo el proyecto”, y así formamos un comité al que di por llamar “Comité del Cuarto Oscuro” y nos pusimos a trabajar en ello. Hicimos la publicación en la prensa local y al cabo de unos días teníamos más de veinte candidatos a los que entrevistamos

De todos ellos elegimos al que nos pareció que daba mejor el perfil, reunía una serie de buenas actitudes, además de grande y fuerte como solicitábamos, era alegre y divertido, sin prejuicios y con muchas ganas de trabajar, además en Senegal había sido universitario y todo, con lo que contaba con buena formación y parecía una persona respetuosa, como después demostró

Tuvimos una primera duda cuando en la entrevista que le hicimos, después de repasar su currículum, para no hacerle la pregunta directamente que pudiera haber resultado ofensiva, le hice un gesto separando las manos a una prudencial distancia y le dije tímidamente “¿cuánto?”, al ser senegalés huelgaba la pregunta, pero hay que ser riguroso, tuve que hacerle algún gesto más para que comprendiera a qué me refería, se quedó pensativo hasta que comprendió el sentido de la pregunta y riéndose dijo “quince…”, en un primer momento se observó una inmensa decepción en las miradas de los miembros del comité de selección

Pero como es sabido de qué pie cojean los senegaleses y sabedor de las unidades de medida que allí se gastan, ya que tenía las manos en posición, hice un gesto de calma dirigiéndome a todos y le pregunté al senegalés “quince qué...” y el senegalés, riéndose a carcajadas respondió “pulgadas, quince pulgadas”. Se hizo el silencio entre los miembros del comité como si hubieran visto un fantasma, un compañero se me acerca al oído y me pregunta “quince pulgadas ¿cuánto es?”, y yo le respondí “una burrada...

Pensé “vamos a ver si vamos a tener problemas, no sea que vaya a asustarse al personal”, pero después de valorar la situación desde diferentes puntos de vista y ante la expectativa mirada del resto del comité, dije “bien, Gustavo, ya tienes trabajo”. Gustavo se llama, hasta el nombre da el perfil

Y bueno, la cosa empezó así, el cuarto oscuro como he dicho es estrechito, y ahí radica precisamente su idoneidad, es un plan que está pensado en todos sus detalles, el senegalés está sentado al fondo del cuarto, les dejamos unas revistas, libros y un iPad para que se entretenga en los ratos muertos. Cuando alguien se equivoca, comete un error o comete una falta leve que figure como tal en el reglamento interno de comportamiento, se le envía al cuarto oscuro, entonces, desde fuera se apaga la luz, así Gustavo entiende que tiene visita y se va preparando. El cuarto queda totalmente a oscuras y el infractor cuando entra, bueno, cuando se le mete dentro y se le cierra la puerta, no ve absolutamente nada y se queda inmóvil mientras las pupilas de le van adaptando a la oscuridad, en esto que Gustavo, aún sentado, abre los ojos y el infractor los ve relucir en la oscuridad y piensa “pero si es poca cosa”, desconociendo que está sentado, en esto que Gustavo se va levantando poco a poco y el infractor ve como el par de ojos que pestañean de vez en cuando van ganando altura, hasta que se da cuenta que de poca cosa nada y da como un grito espasmódico, con lo que Gustavo sonríe y deja ver sus blancos dientes relucir en la oscuridad, el infractor entonces se aterra y se gira para huir, y ahí está precisamente el tema, que al darse la vuelta y siendo el cuarto tan estrecho, una vez Gustavo lo atrapa ya no se puede revolver y queda irremediablemente en una postura, llamemos “comprometida”. Gustavo realiza las funciones para las que ha sido contratado y santas pascuas, se vuelve a sentar a la espera del siguiente infractor si lo hubiera

Gustavo es un tipo que cae bien, a la hora del bocata, viene al comedor social del trabajo y se sienta a comerse el pedazo de bocadillo que le prepara su esposa, acorde con... bueno con las pulgadas... Al principio todo el mundo estaba receloso con su presencia y miraban a los primeros infractores como diciéndose “madre mía, cómo lo ha tenido que pasar”, pero poco a poco, y a medida que el número de infractores iba siendo mayor, la gente iba perdiendo el temor, sobre todo entre el personal femenino, aunque un nutrido grupo del masculino también parecía devoto del “santo” y llegó el momento en que a la hora del bocata era la atracción, quien aglutinaba a su alrededor casi al completo el personal, con lo que más de uno nos sentíamos un poco marginados y ya no veíamos la idea tan buena

Además, lo que al principio redujo considerablemente el número de errores y de faltas leves, poco a poco, según las estadísticas, se fue comprobando que empezaron a ir en aumento y las idas y venidas al cuarto oscuro del senegalés se hicieron tan frecuentes, que en ocasiones había cola de espera en la puerta

Hasta que hace unos días me llamó el jefe a su despacho y por el tono en que lo hizo ya me pareció que me iba a caer alguna, como así fue, me dijo “creo que su brillante idea no está dando tan buenos resultados como me hizo creer”, pensé que ya tenía a quién colocarle el muerto, “cachis” me dije, “podría habérseme ocurrido otra cosa más corriente....”, intenté buscar una buena respuesta que lo calmara y le dije “es que las ideas nuevas pueden tener flecos con los que a priori no se contaban”, y me respondió, “sí, sí, claro, mire.... me va a tener este embrollo resuelto para el lunes..., si el lunes no está resuelto... le voy a dar yo a priori...”

Y aquí estoy, todo el fin de semana rebanándome los sesos por encontrar una idea que me saque del atolladero en que me he metido, si alguien se le ocurre una idea le estaré agradecido si lo dice, porque me temo que el lunes, el jefe piensa encerrarme en el cuarto del senegalés y tirar la llave al río

JM Paredes

27 dic 2022

39. Estudio de pintura

Se bajó del taxi a dos manzanas, podría haber ido andando pero lloviznaba ligeramente y acababa de pasar por la peluquería, no quería estropear un peinado por unas gotas de agua. Abrió el paraguas y caminó hasta el estudio de pintura. No estaba muy segura de qué fue exactamente lo que la llevó a aceptar la invitación a posar para un cuadro. Lo cierto es que se sintió confiada tras las cortas conversaciones que había mantenido con él desde hacía un par de semanas, le había inspirado confianza, pensó que eso es algo que se nota, nunca le había fallado, bueno, nunca... nunca..., pero ahora, en este caso sentía confianza
Se detuvo en el número 22, recorrió con la vista los cinco pisos de altura de la fachada, se lo pensó durante unos segundos, puso la mano en el timbre del ático, la retiró un par de veces antes de decidirse, ¡qué caray!, y pulsó. Al cabo de unos segundos sonó la voz por el interfono
—Quién 
—Soy Clara, hemos quedado a esta ahora 
—Hola Clara, sube, por favor 

Aún estuvo a un paso de dar media vuelta e irse, pero se escuchó abrirse el automático de la puerta, la empujó y entró, había ascensor, pero prefirió subir por las escaleras, pensó que le daría tiempo a arrepentirse antes de llegar arriba

Mientras subía recordó el primer encuentro, se sentó en una cafetería, precisamente un día medio lluvioso como hoy, se sentó en una mesa estrecha individual y pidió un cortado con sacarina, lo fue tomando abstraída mientras miraba los mensajes del móvil, repasaba viejos mensajes que no borraba por nostalgia, aunque ya los tenía medio olvidados, hizo intención de borrarlos, pero los dejó y volvió a guardar el móvil en el bolso. Levantó la vista y se mantuvo un rato pensativa mientras terminaba los últimos sorbos del cortado, cuando observó un tipo en la mesa de enfrente, a escasos dos metros que la observaba y dibujaba en su bloc con varios lápices de carboncillo, le pareció que la estaba dibujando a ella, frunció el ceño, apretó los labios y le dijo molesta
—¿Me estás dibujando a mí? 
—Sí, te pido disculpas, lo siento, si quieres arranco la hoja y te la doy —le acercó el bloc para que lo cogiera. Ella lo cogió y se quedó mirándolo durante unos segundos
—Está muy bien, me gusta ¿me lo puedo quedar? 
—Por supuesto, es tuyo, discúlpame sólo me entretenía mientras tomaba un café 
—Veo que eres pintor 
—Pinto por afición, en realidad soy funcionario, tengo las tardes libres y me permite tener algún hobby, me gusta pintar, no es más que pasatiempo

Continuó subiendo las escaleras, llegada al primer piso se arrepintió de no haber cogido el ascensor ya que llegaría sudando, a pesar de eso continuó por las escaleras porque tenía el convencimiento que en cualquier momento daría la vuelta y correría escaleras abajo 

Mientras continuaba subiendo pensaba en los siguientes encuentros que mantuvieron, dos días después, volvió a pasar por el café a la misma hora, esta vez con la esperanza de encontrarlo, entró en el café y dio un vistazo buscando una mesa vacía, todas estaban ocupadas, estaba sentado en una de ellas, sus miradas se cruzaron y él le hizo un gesto para que se sentara en su mesa, Clara sonrió y asintió
—Estaba dando un paseo y he entrado a tomar un café 
—Yo suelo venir casi a diario, como y después vengo junto al estudio a tomarme un café, después paso la tarde pintando 
—¿No vendes los cuadros? 
—Entrego algunos en depósito en tiendas y cuando los venden me dan algo, pero no es venderlos lo que me motiva, pinto por el placer de pintar
—¿Qué motivos pintas?
—Lo que se me ocurre o me apetece en cada momento, muy variado, a veces un paisaje, un abstracto o un retrato
—¿Harías un retrato para mí? 
—Depende, si es por encargo no puedo, tengo que tener la inspiración y la motivación para pintarlo, cuando me han hecho un encargo de algo en concreto no he podido hacerlo, me crea ansiedad y he tenido que rechazarlo, sólo pinto lo que me apetece
—La verdad es que el retrato que me hiciste el otro día me gustó mucho y me gustaría que me hicieras uno, pero no quiero que te sientas presionado, cuando te apetezca me lo dices 

Ya iba por el tercer piso, ahora empezaba a recordar con simpatía los siguientes encuentros, casi todos los días coincidían en el café, el trato era agradable y cordial, se sentía bien tomando ese café de la tarde, había encontrado un aliciente para salir por las tardes después de comer, normalmente llevaba al trabajo una ensalada y después se quedaba allí mismo leyendo un rato hasta la hora de empezar de nuevo, pero había descubierto que se encontraba bien compartiendo esa media hora con él 

Empezaron a sentirse confiados y por qué no a sentir una cierta atracción, las conversaciones comenzaron a ser algo más personales, se hicieron asiduas las miradas y frecuentes las sonrisas, nada extraño en ello, fruto de la confianza y el encontrarse bien. Hace un par de días, intercalado en una de las sonrisas, él dijo
—Me apetece pintarte 

Ella pensó que hacía dos semanas le pidió que si le podía hacer un cuadro, pero ahora no sabía exactamente el significado de esas palabras, sin duda algo de metáfora tenían, la sonrisa se borró de su cara
—Muy bien, cuando quieras 
—Yo estoy libre todas las tardes, cuando a ti te vaya bien

Ha llegado al final de la escalera, la puerta del estudio está cerrada, piensa que todavía puede volverse, espera unos segundos y pulsa el timbre, del interior se oye una voz que dice “la puerta está abierta”, pero Clara dio media vuelta y bajó las escaleras sabiendo que algo dejaba detrás, temió perder la ilusión tumbada en un sofá. Por su cabeza sobrevuela la sombra de la quimera, dio media vuelta dejando su esperanza tras la puerta abierta, en su corazón cualquier cosa menos calma 

Llegada al portal, una voz suena por el interfono
—Clara 
—Perdóname, me tengo que ir 
—¿Qué es lo que te asusta? 
—Los fantasmas del pasado 
—No están aquí, estoy solo 
—Tengo miedo de las telarañas de los rincones 
—Déjalas, no hacen nada 
—Prometes que no hay nadie más 
—Lo prometo, dejo la puerta abierta por si quieres pasar 

No fueron necesarias palabras, suficiente con un abrazo, en el sofá no dejó la ilusión, sino que reencontró la esperanza

JM Paredes

22 dic 2022

38. Sabor a fresas

Permanece sentada con su vestido negro de seda, sus zapatos de tacones de aguja, su collar de perlas blancas rodeando su cuello, respira profundamente para intentar calmarse mientras mantiene la cabeza apoyada en el respaldo del sofá, pensativa, esperando, intentando contener su ansiedad. De repente, cuando ya había perdido la esperanza, el sonido del timbre la saca de su sopor y la devuelve a la realidad, permanece un instante sin inmutarse, pensando si será verdad, se pone en pie y tranquila se acerca a la puerta, el vestido de seda acompaña fielmente el zarandeo armonioso de su cuerpo al moverse. Apoya la mano en la empuñadura, espera unos segundos, respira hondo y la abre repentinamente. Permanece unos instantes mirándome, escudriñando mi cara, intentando averiguar en mi mirada el motivo de mi tardanza
—Pensé que no vendrías, traes el pelo mojado 
—Está lloviendo, ha sido difícil llegar, siento mucho haberte hecho esperar 
—¿No quieres pasar? 
—Solo si me perdonas 

Deja el paso libre y apoya su espalda en la pared del recibidor, yo acompaño mientras tanto la puerta suavemente hasta que se cierra, me acerco y me detengo a una corta distancia de su cara, permanezco mirando sus labios mientras ella mira los míos
—¿Quiere tu silencio decir que me perdonas? —Ella asiente y responde un “ajá…“ con un susurro apenas audible. 
Entiendo... estás preciosa con el vestido de seda, las perlas y los labios carmesí

Escucho de nuevo su expresión “ajá....” en su extensión de matices y la sensualidad con que la envuelve, ella sabe muy bien que esa expresión dicha por sus labios matizados y pintados de carmesí me excita sin remedio, cierro los ojos para percibir con nitidez el aroma de su aliento que llega a mi nariz envuelto en una deliciosa fragancia de fresas, nuestros labios lentamente se unen en un beso dulce y tierno, siento el leve roce de su lengua acariciándome los labios suavemente... 
—Había preparado café, ¿te apetece? ,—me pregunta y ahora soy yo quien responde un “ajá...” intentando imitar la entonación que sólo ella sabe dar
—Entiendo —responde 

Me dice que me ponga cómodo mientras ella va a buscar el café que me ha prometido, pero sigo sus pasos hasta la cocina, al llegar se gira, me mira y nos cruzamos una sonrisa, mirándome a los ojos busca con su mano la cafetera, pero me adelanto para que no se queme y soy yo quien echa una taza de café que le ofrezco, ella la coge de mi mano pero sin mirarla la deja en el mármol, se aproxima y desliza sus manos por mi espalda y me atrae hacia sí, entreabre la boca y me besa con pasión, suavemente muerde mis labios y me los acaricia con la lengua, intento por un momento contenerme, pero no lo consigo, la rodeo con los brazos y la aprieto hacia mí, instintivamente bajo mis manos por su espalda hasta abarcar sus glúteos y la atraigo con fuerza

Sin separar nuestras bocas intentamos llegar a su habitación, pero el sofá se interpone en nuestro camino y abrazados caemos sobre él
—¿Te has hecho daño?, —pregunto 
—¿Eh...? —responde ella sin ser del todo consciente dónde estaba ni donde había caído

JM Paredes

18 dic 2022

37. La conjetura de Fermat


Salí de la habitación del hotel distraídamente, iba pensando en mis cábalas, que por cierto nunca me han llevado a ninguna parte, bueno, en esta ocasión sí me llevaron a algún lado, pero no exactamente al que yo había imaginado 

Ya en la calle y después de andar un buen rato, me di cuenta que no he cogido la cartera, salí tal cual, cerré la puerta de la habitación y se me olvidó coger hasta la tarjeta para abrir después, no pasa nada, pensé, termino de dar el paseo y cuando llegue al hotel digo en recepción que se me ha olvidado la llave y me darán otra. Este pensamiento me relajó y confiado sigo caminando entusiasmado en mis cábalas, que como he dicho, nunca me han llevado a ninguna parte, excepto esta vez, que me hicieron pasar una noche inolvidable

Esos días estaba leyendo un libro titulado "La conjetura de Fermat", Fermat era un tipo de esos que se dedica a estudiar los números, es conocido por la conjetura de Fermat, según parece es como el teorema de Pitágoras, lo de la suma de los cuadrados, este tipo pensó que pasaría con suma de cubos en lugar de cuadrados, después de rebanarse los sesos durante años, descubrió que no había ningún número que al cubo fuera la suma de los cubos de dos números y averiguó la forma de demostrarlo, pensando en esto, en realidad, en lo que pensaba no era en el problema en sí, que me importa bastante poco, lo que pensaba era como un tipo puede perder tantos años de su tiempo en tonterías de esa índole

No sé cuánto tiempo pasó ni cuantos pasos di, ni por qué calles andé, pero a juzgar por lo que me dolían los pies, debería haber sido mucho, además ya estaba oscureciendo y el estómago me recordaba con un pellizco que le echara algo de alimento, a ser posible que estuviera bueno. Me di la vuelta y caminé sobre mis pasos, bueno, eso era lo que yo pensaba, porque la verdad es que no tenía ni idea de por dónde iba, tan abstraído estaba con lo del Fermat que ni siquiera me fijé por qué calles había pasado o qué esquinas había doblado, estaba perdido. No es que me viniese de sorpresa, al GPS del coche lo traigo aburrido de recalcular rutas, a veces llega a decirme "ya está bien tío...", lo reseteo y ya está, pero ¿ahora qué hago?, me paro a preguntar a alguien y me quedo balbuceando intentando recordar el nombre del hotel o de la calle, no me acuerdo por más vueltas que le doy, se me ha ido, ha desaparecido, Fermat me lo ha borrado

Sigo andando intentando recordar alguna señal por donde he pasado antes, pero nada, absolutamente nada, ya empiezo a desesperarme, son más de las once y sigo perdido, sin recordar el nombre del hotel, ando y ando y el tiempo sigue pasando, el estómago ya me pellizca con fuerza y dice que le da lo mismo lo que le eche, pero que le eche algo, la cartera se me ha olvidado, no tengo nada, ni identificación, ni dinero, no me acuerdo del nombre del hotel, hay que joderse, pasar la noche en la calle por perderse

Harto de patear las calles solitarias de madrugada, desmoralizado y encolerizado, con los pies destrozados de andar y el estómago martirizándome con un pellizco cada vez más apretado, mi única reacción es mirar cabizbajo al suelo y negar con la cabeza al tiempo que maldigo el Fermat de los ... y a la madre que lo ... 

Al final tuve suerte, a eso de las seis de la mañana, me doy de bruces con el hotel y pienso, "anda mira que suerte... aún tengo tiempo de ducharme antes de irme al trabajo"

He tenido que esperar unos seis meses antes de poder escribir esto, porque era acordarme de Fermat de ..., y darme un escalofrío y una tiritera que no acertaba con las teclas

JM Paredes